Opinión

UN SIMPLE FLASHBACK, O QUIZÁS ALGO MEJOR

El Barça ganó ayer por primera vez en su historia en el campo de la Juventus. Un dato curioso, que quedará anotado en el cuaderno de retos conseguidos por el conjunto blaugrana, pero que es mera anécdota, si lo comparamos con cómo se ganó. Esto sí es algo que debería de apuntar Koeman en su libreta. Por momentos me pareció estar viendo la versión más puritana del Barça, y no una adaptación, como hemos estado presenciando estas últimas temporadas.

FLORECER A TRAVÉS DEL BALÓN

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que el Barça maneja los partidos a su antojo. El ritmo del encuentro lo proponían ellos, y el encargado de correr a toda prisa era el balón. No había espacio para los correcalles. Todo estaba bajo control. En la mente de los futbolistas blaugranas, el campo se convertía en un rondo inmenso y el rival era siempre el que estaba en medio. No había manera de quitársela. Anoche (salvando siempre las distancias), el equipo volvió a encontrarse por momentos con su yo del pasado. Bailó a la Juve durante gran parte del encuentro y derribó de un plumazo, la puerta que da acceso al éxito en Can Barça. El camino está ahí, ahora solo falta seguirlo sin desviarse en exceso, y siempre siendo fiel a lo que te ha hecho ganar.

El Barça de Guardiola, con un reconocido sistema de juego, maravilló a todos los amantes del fútbol. Desde entonces, el equipo ha fichado a innumerables jugadores para intentar tapar un vacío irreparable.

Desde la llegada del técnico holandés al banquillo, los partidos habían adquirido un ritmo trepidante. Como una película de Jean-Claude Van Damme, lo mismo golpeabas tú que te golpeaban. Ya sabemos cómo acaba eso cuando el Barça está de por medio. Pudo comprobarse en el último clásico ante el Madrid. Los azulgranas están acostumbrados a ser ellos los que manejen la situación. Están incómodos cuando el partido se le va de las manos y son otros los que empiezan a proponer. Son como aquel niño, dueño del balón, que decidía cuándo se acababa el juego. Si la pelota no es de ellos, la cosa no fluye. Porque una vez puedes vestirte del Inter de Mourinho, Sneijder y Milito, pero hacerlo a menudo ya cansa. Además, cuando es el Barça quien maneja el tiempo y el espacio, las cosas suelen acabar bien. Eso es lo que ocurrió anoche en Turín.

«SON COMO AQUEL NIÑO, DUEÑO DEL BALÓN, QUE DECIDÍA CUÁNDO SE ACABABA EL JUEGO»

A pesar de haber cambiado el perenne 4-3-3 por un sistema más fabricado para correr, el Barça sigue contando con futbolistas suficientemente dotados como para ser ellos los protagonistas principales durante los noventa minutos. Ayer se juntaron De Jong, Pjanic, Dembélé, Griezmann, Pedri y Messi. Después se unirían a la fiesta Ansu Fati y Busquets. Sus constantes intercambios de posiciones y su precisión a la hora de pasar y controlar la pelota, hizo que por momentos viéramos una analepsis de lo que fuimos. Hasta recuperaron esa manía de querer hacer la jugada y el gol perfecto. De ahí las múltiples ocasiones desaprovechadas. Estaban disfrutando, y nosotros también. Nos dejaron con la miel en los labios de un tiempo glorioso que quizás nunca más volvamos a saborear. Quién sabe si ya solo podremos ser felices con los retales del pasado, o si lo de ayer fue una analogía que nos tiene reservado un futuro prometedor. Lo que está claro es que, después de mucho tiempo, volví a pasármelo bien viendo un partido del Barça. Que no es poco.

EMILIO VALENZUELA

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